La sociedad en la que estamos, movida por el consumismo, los medios de comunicación, las nuevas tecnologías, el ritmo vertiginoso donde queremos todo rápido y sencillo, necesita que la educación se mueva a otros ritmos, ajenos a las pautas que nos indica esta sociedad del “postmodernismo”. Una sociedad en la que prima el espectáculo donde nos cegamos por las luces de neón que nos van iluminando el camino, sin pensar que ese túnel iluminado y espléndido que la gran mayoría seguimos conformes y orgullosos de ello, nos lleva a un agujero negro que nos atrae hacia un precipicio del que difícilmente podremos salir. Esta necesidad de salirse del camino de luces y andar por la senda más oscura, tenebrosa y peligrosa, es lo que le da valor al ya archimencionado espíritu crítico en la educación.
Pero, ¿quién dota de espíritu crítico a los profesores, docentes y padres de los que depende la educación de los jóvenes, de esos futuros maestros, médicos e ingenieros que serán los que lleven las riendas del futuro de la sociedad?
Esta educación debe ser recibida desde el principio de nuestros días y desde el ejemplo, esto es debido a la facilidad que tenemos las personas de copiar estereotipos, conductas o rutinas por las que nos dejamos llevar desde que venimos a este mundo, actitudes que están encauzadas a través de esa sociedad en la que prima el individualismo y el YO propio.
Todos estos motivos son los que hacen que fomentar el espíritu crítico con la finalidad del cambio sea una tarea ardua, dura e incluso, en algunas ocasiones, peligrosa. Por esto, muchas veces se hace necesaria las ya trilladas escuelas de padres, o el fomento de la crítica a través de esos “templos del saber” como son las universidades, donde son los profesores los que se forman mayoritariamente sin ser capaces de visualizar la realidad desde una perspectiva más lejana y por lo tanto, inmersos en esa sociedad misma que no les deja abrir los ojos, camuflándose en una falsa libertad de la que somos partícipes y acérrimos defensores de ella.
Como ya he referido anteriormente, es de vital importancia que los niños y niñas, desde el comienzo, tengan unas referencias claras y buenos ejemplos, reflejados en sus padres o en sus profesores, donde, a pesar de que no se les dote de una forma clara de la actitud crítica, siguiendo esas buenas actitudes se infiera esa forma de vida tan necesaria para la sociedad adulta en la que deberán vivir. Estos ejemplos en los que los niños y niñas se reflejan pueden ir encaminados a una actitud responsable frente al medio ambiente, el civismo, el respeto a los demás, etc… en definitiva, un pequeño paso para alejarse del individualismo y el primer acercamiento hacia la cooperación y la colectividad, evitando la nueva concepción filosófica sobre la sociedad y en definitiva, la vida.
Un ejemplo claro de lo que está sucediendo en la actualidad y de algo de lo que debemos huir es el siguiente vídeo.
Después de ver esto, lanzo las siguientes preguntas:
¿Es este el ejemplo que queremos darle a nuestros hijos/as?
¿Seguro que queremos que sean como nosotros?
Aún estamos a tiempo de evitar que esto continúe sucediendo, pero lo más importante,
¿Estás dispuesto a afrontar el reto?
martes, 1 de diciembre de 2009
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